Hace años, recuerdo haberle preguntado a una sabia mujer: «¿Cuál es la mejor manera de despejar mi mente?»
Me miró y me dijo: «Ve a limpiar tu armario».
Limpiar mi armario, ¿estás bromeando?
Mi armario es una gran empresa. Es el lugar del que salgo y entro, esperando que nada se caiga antes de volver a cerrar la puerta. ¿Sabía lo lleno que estaba? Me podría llevar días, incluso semanas, limpiar mi armario. Sólo pensar en ello me estresaba.
Ella dijo: «Todo es simbólico. Cuando el armario está desordenado, también lo está tu cabeza».
Así que, a regañadientes, empecé…
Abrí la puerta del armario y saqué todo lo que había en el suelo; todo lo que había en los cajones y cada pieza de ropa que apenas se aferraba a una percha.
Cuanto más limpiaba y organizaba, más sentía que el número de cosas para limpiar y organizar crecía.
Empecé a enfadarme. ¡Esto iba a tardar una eternidad! ¿Cómo es que mi armario se volvió tan desorganizado y desordenado?
Tenía que tomarme un descanso. Estaba exhausta, frustrada y simplemente abrumada.
Al día siguiente, empecé el proceso de nuevo. Poco a poco, empecé a ver las cosas frente a mí materializarse, transformándose de un montón de cosas en mis pertenencias más preciadas.
Me di cuenta de que era hora de dejar todas las cosas viejas, desgarradas y anticuadas y hacer espacio en mi armario para cosas nuevas.
Las bolsas comenzaron a multiplicarse, y empecé a tener espacio abierto en mi armario. Ahora mi ropa puede respirar y yo también.
Una vez que terminé de limpiar mi armario me sentí poderosa. Me sentí aliviada.
El proceso me ayudó a liberar, soltar y hacer espacio.
Después de todo, era verdad. No necesitaba gastar dinero ni hablar con nadie para aclarar mi mente. Sólo tenía que hacer una meditación activa: limpiar mi armario para despejar mi mente.
Todo es simbólico.