Se dice que la mente, como el Loto, sólo florecerá en la quietud. En nuestro deseo de ser buenos estudiantes, muchos de nosotros aumentamos el reto y el ritmo de nuestra práctica de asanas. Cuando «mejoramos» en el yoga, estamos destinados a movernos menos, no más. Como principiantes, somos como el cachorro; juguetones y llenos de vida. Un cachorro tiene energía de sobra, por lo que no hay necesidad de eficiencia. La mayoría de nosotros, los yoguis, ya estamos bastante dispersos. Necesitamos conservar nuestra energía, y colocarla donde y cuando queramos. El perro sabio sólo hace los movimientos necesarios. Aprender a permanecer en el mando es una forma de preservar nuestra fuerza vital de vida, y requiere práctica.
Se dice que la posición final de meditación es Padmasana (Loto Completo) ya que su simetría crea una base equilibrada. Como inspiración adicional, la flor en sí misma, se termorregula -lo que significa que sin importar el clima exterior- retiene su equilibrio interior. Yogasana es una práctica de sentir nuestra «unicidad» con cualquier pose que invoquemos. Si la flor de loto mantiene literalmente su temperatura sin importar el paisaje exterior, la práctica del loto nos da la oportunidad de aprender esta importante lección.
La quietud y la ecuanimidad son componentes fundamentales de una práctica de yoga. Uno no necesita tener caderas flexibles o doblar sus rodillas en la sumisión. Una simple postura sentada capturará el espíritu, ya que las piernas todavía pueden representar pétalos. La importancia no es la forma que toman nuestros cuerpos, sino la energía con la que encarnamos todas las formas. A medida que el loto toma tiempo para crecer, nuestra apreciación de sus dones también toma tiempo. Aunque la quietud no parezca impresionante desde el punto de vista exterior, es una flor que florece en su interior.
Me inclino ante la Joya del Loto: Om Mani Padme Hum.